Donde quieres que te ponga el plato
Bladimir Zamora Céspedes, La Habana
In "La Jiribilla" (website)
La gran mayoría de la música popular cubana se ha generado, como es natural, en el apego continuo con la gente numerosa del pueblo, que expresa a través de ella los caracteres fundamentales de su comportamiento cotidiano. En la lírica de las composiciones nacidas o destinadas al ámbito bailable, son palpables los elementos propios de las fiestas, en las cuales además de la música y las bebidas están las comidas. El referente de la comida aparece también como parte del ambiente general cubano. Le echo mano a un puñado de discos de los que tengo más cerca de la vista y enseguida que los pongo a rodar, aparecen múltiples ejemplos de lo dicho.
En 1930 se podía escuchar al Cuarteto Machín, según una grabación realizada en Nueva York, un pregón de Enrique Muñoz titulado El viandero. Tenía entonces Antonio Machín como un clarín y podía uno imaginarse el vendedor ambulante, cuando él cantaba: A llevar caballeros,/ a comprar la exquisita vianda/ de este viandero/. Hay malangas,/ sabrosas papas de Güines... y después repetía un pies: viandas, qué ricas son las viandas. Para seguir enumerando frutos criollos de la tierra, intercalando inspiraciones maliciosas. Por aquellos mismos años Machín cantaba otro pregón anónimo conocido como El morón: Caserita, calentitas,/ que las llevo de Morón./ Caserita las torticas.../ Caserita, calentitas/ que me voy. Ya desde aquellos lejanos años esas torticas de harina de trigo que todavía se venden por doquier en Cuba, tenían como denominación de origen a la ciudad avileña de Morón.
En 1936 Félix B. Caignet compuso un son pregón que fue cantado inigualablemente por el Trío Matamoros. El hombre que se haría famoso por escribir radionovelas y también telenovelas, que marcaron pautas en ese género como El Derecho de Nacer; también compuso piezas musicales, en las cuales la comida, o lo que se come, son lo fundamental. Siro, Cueto y Miguel disfrutaban y hacían disfrutar con Frutas del Caney: ¡ Frutas!/ ¿Quién quiere comprarme frutas?/ ¡Mangos!/ De mamey y biscochuelo/ ¡Piñas!/ Piñas dulces como azúcar,/ cosechadas en las lomas del Caney./ Vendo el rico mango de mamey./ Piñas, qué deliciosas son/ como labios de mujer./ Caney de Oriente, /cuna florida donde vivió el siboney,/ donde las frutas,/ son como flores,/ llenas de aroma y saturadas de miel./ Caney de Oriente,/ tierra divina,/ donde la mano de Dios echó su bendición. ¿Quién quiere comprarme frutas sabrosas?/ Marañones y mamoncillos/ del Caney. El propio Miguel Matamoros, en algunas obras compuestas para ser interpretadas por el Trío, introdujo el tema de la comida. Uno de sus sones modélicos se llama El que siembra su maíz...En sus versos también aparece la figura del pregonero: ¡Huye! ¡Huye!/ ¿Dónde está, Mayor?/ ¿Dónde está?/ Ya no vende por las calles,/ ya no pregona en la esquina,/ ya no quiere trabajar... Luego coloca un pies, que se repetirá a lo largo del son: El que siembra su maíz...,/ ¡que se coma su pinol! Aquí la referencia a la comida no tiene sentido literal. No se trata solamente de que si uno ha sembrado maíz, pues coma el polvo que se obtiene tostando y moliendo este grano, echándole azúcar. Hay evidentemente un amplio sentido metafórico, que reafirma el derecho a disfrutar de lo que uno ha logrado con su esfuerzo.
Arsenio Rodríguez fundó su Conjunto en 1940 y como otros grandes soneros se caracterizó por tener un soberbio repertorio sobre la base de muchas composiciones de su autoría y también de algunos coetáneos, como Bienvenido Julián Gutiérrez, que es el autor del son montuno La fonda de Bienvenido. Arsenio gustaba de piezas de letra muy breve, que se pudiera repetir mucho dentro de la urdimbre de la música. Es el caso de La fonda... en la cual se describe el ambiente del establecimiento, con un lenguaje muy críptico, o desarrollado en unas claves que ahora no podemos descodificar: Cuatro platos,/ medio coco/ y el domingo fricasé/... / Pan, palillo , agua fría/ y un poquito de café / Cuatro platos, medio y el domingo fricasé/ .../ Como la vianda no carne,/ vamos a rifar una res. En los Jardines de la Tropical se hizo popular otro son montuno tocado por Arsenio Rodríguez y su Conjunto: Dile a Catalina. Es una composición del propio Cieguito Maravilloso, en la cual aparecen unos versos que en apariencia se refieren a la necesidad de elaborar con prontitud un alimento: Dile a Catalina/ que me mande el guayo que/ la yuca se me está pasando. Nadie puede negar que dice exactamente eso, pero tampoco nadie podrá negar su doble o triple sentido.
En los años cincuenta del pasado siglo, cuando el chachachá se estaba convirtiendo en un verdadero furor, Richard Egües, el entrañable flautista de la Orquesta Aragón compuso El bodeguero, que no solo fue popularizada por esta agrupación, sino que le dio la vuelta al mundo en la versión de Nat King Cole: Siempre en su casa presente está/ el bodeguero y el chachachá./ Vete a la esquina y lo verás./ Y atento siempre te servirá./ Anda enseguida, córrete allá/ que con la plata lo encontrarás/ del otro lado del mostrador/ muy complaciente y servidor. Bodeguero, qué sucede / ¿por qué tan contento estás?/ Yo creo que es consecuencia/ de lo que en moda está. / El bodeguero bailando va./ En la bodega se baila así/ entre frijoles, papa y ají,/ el nuevo ritmo del chachachá. Toma chocolate, paga lo que debes./ toma chocolate, paga lo que debes. Richard muestra la atmósfera de una típica bodega de aquella época, con los suministros de las cuales se hacían muchas comidas.
A inicios de la década del sesenta Pacho Alonso y su Conjunto hicieron popular un son montuno titulado Sorpresa de harina con boniato: Sorpresa de harina con boniato,/ dónde quieres que te ponga el plato. Sorpresa de harina con boniato,/ dónde quieres que te ponga el plato./ Come lo que tú siembras campesino,/ hoy que hasta la tierra quiere brindar,/ tú verás que tiene un sabor distinto,/ este fruto alegre que aquí se da. Esto sí se llama embullo,/ ya cada uno tiene lo suyo./... / Marta Valdés, una de las más importantes compositoras del cancionero cubano, figura clave dentro del movimiento filin, es la autora de este son montuno, en el cual el goce por comer está ligado al triunfo revolucionario alcanzado en 1959.
Antes de que se compusiera El viandero, cantado allá por los años treinta por Antonio Machín y después que Marta alborozada diera a conocer su Sorpresa de harina con boniato, han aparecido otras numerosas piezas de la música popular cubana en las que está presente la comida de la Isla. Con estas pocas que tenía hoy a mi alcance, basta en mi opinión, para advertir la magnitud de esta presencia y también los diferentes timbres de significado que alcanzan, la comida, las frutas, los alimentos en general, en la lírica de nuestra música popular. Desde el goce elocuente por llevarse a la barriga algo que nos guste, hasta el uso del lenguaje culinario para adentrarse en predicados picarescos o siempre certero refranero de la gente de a pie.
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